Pero cuando volvió en sí, después de ser herido, en su alma, liberada por un momento del peso de la existencia, se abría la flor del amor eterno, ese amor que no se puede originar en esta vida. Y entonces no sólo perdió el temor a la muerte, sino que ni siquiera pensó en ella.
León Tolstoi
(novelista ruso, 1828-1910)
fuente: Guerra y Paz