Frases de Bertrand Russell - Página 3
Frases destacadas de Russell que incluyen temas como psicología, política, vida, moral, escepticismo y envidia. Textos célebres elegidos y seleccionados.
Bertrand Russell |
(May. 18, 1872 - Feb. 20, 1970) Escritor, matemático y filósofo británico, obtuvo el Premio Novel de Literatura en 1950 y es reconocido por su influencia en la filosofía analítica, sus trabajos matemáticos y su activismo social. /
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Frases de Bertrand Russell:
La vanidad, cuando sobrepasa cierto punto, mata el placer que ofrece toda actividad por sí misma, y conduce inevitablemente a la indiferencia y el hastío.
El hombre que solo está interesado en sí mismo no es admirable, y no se siente admirado.
Está claro que las causas psicológicas de la infelicidad son muchas y variadas. Pero todas tienen algo en común. La típica persona infeliz es aquella que, habiéndose visto privada de joven de alguna satisfacción normal, ha llegado a valorar este único tipo de satisfacción más que cualquier otro, y por tanto ha encauzado su vida en una única dirección, dando excesiva importancia a los logros y ninguna a las actividades relacionadas con ellos.
El hombre feliz es el que vive objetivamente, el que es libre en sus afectos y tiene amplios intereses, el que se asegura la felicidad por medio de estos intereses y afectos que, a su vez, le convierten a él en objeto del interés y el afecto de otros muchos.
Bertrand Russell
fuente: La Conquista de la Felicidad
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El hombre que adquiere con facilidad cosas por las que solo siente un deseo moderado llega a la conclusión de que la satisfacción de los deseos no da la felicidad. Si tiene inclinaciones filosóficas, llega a la conclusión de que la vida humana es intrínsecamente miserable, ya que el que tiene todo lo que desea sigue siendo infeliz. Se olvida de que una parte indispensable de la felicidad es carecer de algunas de las cosas que se desean.
La hostilidad hacia la felicidad es, por lo general, hostilidad hacia la felicidad de los demás, y constituye un pretexto elegante para odiar a la raza humana.
Las autoridades educativas no ven a los jóvenes, como se supone que hace la religión, como a seres humanos dotados de un alma que es preciso salvar. Los ven como una materia prima para sus grandiosos proyectos sociales, como futura "mano de obra" de las fábricas, como "bayonetas" para la guerra o vaya usted a saber cuántas cosas más. La sabiduría comienza allí donde se venera la personalidad humana.
En todo proyecto ordenado para arreglar el molde de la vida humana es necesario inyectar algo de anarquismo, lo suficiente para impedir la inmovilidad que conduce al decaimiento, pero no bastante para romperlo todo.
Si la gente fuese realmente feliz, no estaría llena de envidia, de furor y de espíritu destructivo. Aparte de las necesidades de la vida, se necesita libertad de sexo y paternidad, al menos tanto en la clase media como entre los asalariados.
Con una buena dosis de escepticismo podemos empezar a construir una moralidad nueva, que no se base en la envidia y la represión, sino en el anhelo de una vida plena y en la comprensión de que en los demás seres humanos hemos de ver un apoyo y no un estorbo. No se trata de una moralidad imposiblemente austera, pero su adopción convertiría a la Tierra en un paraíso.
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