Frases de Albert Camus - Página 2

Frases destacadas de Camus que incluyen temas como recuerdos, peste, inquietud, futuro, frivolidad y epidemia. Textos célebres elegidos y seleccionados.

Albert Camus

(7 de noviembre de 1913 - 4 de enero de 1960) Fue novelista, ensayista, periodista, dramaturgo. En 1942 escribe su primera novela "El Extranjero" y un ensayo "El mito de Sísifo", obras que lo catapultaron a la fama. Distinguido con el Premio Nobel de Literatura en 1957. /
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Frases de Albert Camus:

El gran deseo del corazón inquieto es el de poseer interminablemente al ser que ama.

Toda la ciudad se echó a la calle para festejar ese minuto en el que el tiempo del sufrimiento tenía fin y el del olvido no había empezado.

Hay una cosa que se desea siempre y se obtiene a veces: la ternura humana.

Todo lo que el hombre puede ganar al juego de la peste y de la vida es el conocimiento y el recuerdo.

Frase de Albert Camus: Impacientados por el presente, enemigos del pasado y privados del porvenir, éramos semejantes a aquellos que la justicia o el odio de los hombres tienen entre rejas.

Impacientados por el presente, enemigos del pasado y privados del porvenir, éramos semejantes a aquellos que la justicia o el odio de los hombres tienen entre rejas.

Ese pasado mismo en el que pensaban continuamente sólo tenía el sabor de la nostalgia. Hubieran querido poder añadirle todo lo que sentían no haber hecho cuando podían hacerlo, con aquel o aquellas que esperaban, e igualmente mezclaban a todas las circunstancias relativamente dichosas de sus vidas de prisioneros la imagen del ausente, no pudiendo satisfacerse con lo que en la realidad vivían.

Albert Camus

fuente: La Peste

temas: pasado

El sufrimiento profundo que experimentaban era el de todos los prisioneros y el de todos los exiliados, el sufrimiento de vivir con un recuerdo inútil.

Pues era ciertamente un sentimiento de exilio aquel vacío que llevábamos dentro de nosotros, aquella emoción precisa; el deseo irrazonado de volver hacia atrás o, al contrario, de apresurar la marcha del tiempo, eran dos flechas abrasadoras en la memoria.

Así, pues, lo primero que la peste trajo a nuestros conciudadanos fue el exilio.

Hombres que se creían frívolos en amor, se volvían constantes. Hijos que habían vivido junto a su madre sin mirarla apenas, ponían toda su inquietud y su nostalgia en algún trazo de su rostro que avivaba su recuerdo. Esta separación brutal, sin límites, sin futuro previsible, nos dejaba desconcertados, incapaces de reaccionar contra el recuerdo de esta presencia todavía tan próxima y ya tan lejana que ocupaba ahora nuestros días.

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