Frases del libro Crimen y Castigo
Frases destacadas de Crimen y Castigo de Fiodor Dostoievski que incluyen temas como hábito, locura, justicia, crimen, vicio y pobreza. Textos célebres elegidos y seleccionados.
Crimen y Castigo |
Autor: Fiodor Dostoievski /
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Frases de Crimen y Castigo:
Entonces yo me preguntaba continuamente: "Ya que ves la estupidez de los demás, ¿por qué no buscas el modo de mostrarte más inteligente que ellos?" Más adelante, Sonia, comprendí que esperar a que todo el mundo fuera inteligente suponía una gran pérdida de tiempo.
Y ahora sé que quien es dueño de su voluntad y posee una inteligencia poderosa consigue fácilmente imponerse a los demás hombres; que el más osado es el que más razón tiene a los ojos ajenos; que quien desafía a los hombres y los desprecia conquista su respeto y llega a ser su legislador.
Fiodor Dostoievski
( 1821-1881)
fuente: Crimen y Castigo
temas: hombre, inteligencia, poder, voluntad ⓘ
En nuestros días, el dinero es la más dulce de las mieles.
Con el indigente no se emplea el bastón, sino la escoba, pues así se le humilla más, para arrojarlo de la sociedad humana.
En la pobreza, uno conserva la nobleza de sus sentimientos innatos; en la indigencia, nadie puede conservar nada noble.
Yo maté no por cuestiones de conciencia, sino por un impulso que sólo a mí me atañía. No quiero engañarme a mí mismo sobre este punto. Yo no maté por acudir en socorro de mi madre ni con la intención de dedicar al bien de la humanidad el poder y el dinero que obtuviera; no, no, yo sólo maté por mi interés personal, por mí mismo, y en aquel momento me importaba muy poco saber si sería un bienhechor de la humanidad o un vampiro de la sociedad, una especie de araña que caza seres vivientes con su tela.
Fiodor Dostoievski
( 1821-1881)
fuente: Crimen y Castigo
temas: conciencia, humanidad, interés, matar ⓘ
¡Bah! esto no son más que prejuicios. Todo es relativo en este mundo: los hábitos, las apariencias..., todo, en fin.
En el momento de cometer el crimen, el culpable estaba afectado de una pérdida de voluntad y raciocinio, a los que sustituía una especie de inconsciencia infantil, verdaderamente monstruosa, precisamente en el momento en que la prudencia y la cordura le eran más necesarias. Atribuía este eclipse del juicio y esta pérdida de la voluntad a una enfermedad que se desarrollaba lentamente, alcanzaba su máxima intensidad poco antes de la perpetración del crimen, se mantenía en un estado estacionario durante su ejecución y hasta algún tiempo después (el plazo dependía del individuo), y terminaba al fin, como terminan todas las enfermedades.
La pobreza no es un vicio, mi buen amigo.
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