Frases del libro La Mujer Rota - Página 2

Colgué, me senté, bañada en sudor, temblando, las piernas flojas. Más de una vez nos hemos peleado a muerte, pero esto era serio: no volvería a verlo más. Su cambio de partido me asqueaba, y sus palabras me habían herido porque habían querido ser hirientes.

Yo he sido quien ha dado forma a su vida. Ahora, asisto a ella desde fuera como un testigo distante. Es la suerte común a todas las madres: ¿pero, quién no se ha consolado nunca diciéndose que su suerte es la suerte común?

Conozco a esas jóvenes «a la moda».Tienen una vaga profesión, pretenden cultivarse, hacer deportes, vestirse bien, mantener impecable su apartamento, educar perfectamente a sus hijos, llevar una vida mundana; en una palabra, éxito en todos los planos. Y no tienen verdadero interés por nada. Me hielan la sangre.

Niña, adolescente, los libros me salvaron de la desesperación; eso me ha persuadido de que la cultura es el más alto de los valores, y no logro considerar esta convicción con mirada crítica.

Como yo, ella ama las palabras y a las personas que saben servirse de ellas.

'Philippe estará acá...' Quedé desamparada. La tristeza puede llorarse. Pero la impaciencia de la alegría no es fácil de conjurar.

Nunca he hecho concesiones a la mentira [...] Me costó admitir que todos los niños mienten a su madre. ¡A mí no! No soy una madre a la que se miente; no soy una mujer a la que se miente. Orgullo imbécil. Todas las mujeres se creen diferentes; todas piensan que ciertas cosas no pueden sucederles, y todas ellas se equivocan.

Sí, algo ha cambiado puesto que escribo acerca de él, de mí, a sus espaldas. Si el lo hubiera hecho, me sentiría traicionada. Éramos el uno para el otro una absoluta transparencia.
Aún lo somos; mi cólera nos separa: le será fácil desarmarla. Necesitaré un poco de paciencia: después de los períodos de agotamiento viene la bonanza.

Curiosa cosa, un diario: lo que se calla es más importante que lo que se anota.