Frases de Ray Bradbury

Frases destacadas de Bradbury que incluyen temas como olvido, muerte, morir, alma, libros y lectura. Textos célebres elegidos y seleccionados.

Ray Bradbury

(Ago. 22, 1920 - Jun. 5, 2012) Escritor estadounidense, uno de los más célebres del siglo XX, destacado por sus obras de ciencia ficción, misterio y fantasía. /
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Frases de Ray Bradbury:

Nosotros, los habitantes de la Tierra, tenemos un talento especial para arruinar las cosas grandes y hermosas.

Ray Bradbury

fuente: Crónicas Marcianas

temas: Tierra

No podemos determinar el momento concreto en que nace la amistad. Como al llenar un recipiente gota a gota, hay una gota final que lo hace desbordarse, del mismo modo, en una serie de gentilezas hay una final que acelera los latidos del corazón.

Ray Bradbury

fuente: Farenheit 451, La criba y la arena

temas: amigos, amistad

Pensamos: no soy un tonto hoy. He aprendido mi lección. Fui un tonto ayer, pero no esta mañana. Entonces mañana descubrimos que, sí, éramos un tonto hoy también. Creo que la única forma en que podemos crecer y progresar en este mundo es aceptando el hecho de que no somos perfectos y viviendo de manera acorde a esta verdad.

Ray Bradbury

fuente: El Hombre Ilustrado, Una noche o una mañana cualquiera.

Frase de Ray Bradbury: Los libros están para recordarnos lo tontos y estúpidos que somos.

Los libros están para recordarnos lo tontos y estúpidos que somos.

Ray Bradbury

fuente: Farenheit 451

temas: libros

Frase de Ray Bradbury: Porque no hace falta quemar libros si el mundo empieza a llenarse de gente que no lee, que no aprende, que no sabe.

Porque no hace falta quemar libros si el mundo empieza a llenarse de gente que no lee, que no aprende, que no sabe.

—Tú no estabas allí, tú no la viste —insistió él—. Tiene que haber algo en los libros, cosas que no podemos imaginar para hacer que una mujer permanezca en una casa que arde. Ahí tiene que haber algo. Uno no se sacrifica por nada.

«Detesto a un romano llamado Statu Quo», me dijo. «Llena tus ojos de ilusión —decía—. Vive como si fueras a morir dentro de diez segundos. Ve al mundo. Es más fantástico que cualquier sueño real o imaginario. No pidas garantías, no pidas seguridad. Nunca ha existido algo así. Y, si existiera, estaría emparentado con el gran perezoso que cuelga boca abajo de un árbol, y todos y cada uno de los días, empleando la vida en dormir. Al diablo con esto —dijo—, sacude el árbol y haz que el gran perezoso caiga sobre su trasero».

«Cuando en la oscuridad olvidamos lo cerca que estamos del vacío —decía mi abuelo— algún día se presentará y se apoderará de nosotros, porque habremos olvidado lo terrible y real que puede ser».

Cuando muere, todo el mundo debe dejar algo detrás, decía mi abuelo. Un hijo, un libro, un cuadro, una casa, una pared levantada o un par de zapatos. O un jardín plantado. Algo que tu mano tocará de un modo especial, de modo que tu alma tenga algún sitio adonde ir cuando tú mueras, y cuando la gente mire ese árbol, o esa flor, que tú plantaste, tú estarás allí. «No importa lo que hagas —decía—, en tanto que cambies algo respecto a como era antes de tocarlo, convirtiéndolo en algo que sea como tú después de que separes de ello tus manos. La diferencia entre el hombre que se limita a cortar el césped y un auténtico jardinero está en el tacto. El cortador de césped igual podría no haber estado allí, el jardinero estará allí para siempre».

El fanático incendiario de libros se da cuenta entonces de que todo el pueblo ha escondido los libros memorizándolos. ¡Hay libros por todas partes, ocultos en la cabeza de la gente!

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